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HOMOFOBIA Y TRANSFOBIA FUJIMORISTA.

Publicado: 2011-04-25

La dictadura fujimorista de la década de los noventa (del 92 al 2000), no se caracterizó por su respeto irrestricto a los derechos humanos. Esto queda evidenciado plenamente, en el trato discriminatorio y vejatorio que de la dictadura, recibieron las personas lesbianas, gueis, bisexuales y trans (transvestis, trasngéneros y transexuales).

Con la candidatura presidencial de la hija de este tirano mafioso (que ocupó, en ese entonces, el cargo de "Primera Dama"), es necesario recordar que las violaciones a los derechos de las personas LGBT, no solo llegaron a ser cotidianas, sino también casi sistemáticas (y, dadas las circunstancias, lo mas probable es que mucho de ello se repita).

Durante el gobierno de Alberto Fujimori se manifestó una verdadera homofobia y transfobia de estado, pues, en ciertos casos, se trataron de verdaderas acciones del gobierno planificadas y que resultaban lesivas para las poblaciones LGBT.

La primera clarinada de lo que ocurriría luego, se dio con el despido arbitrario del economista Oscar Ugarteche, uno de los pioneros del movimiento LGBT peruano (y uno de los fundadores de la organización “Movimiento Homosexual de Lima” – MHOL), antes del golpe de estado. Ugarteche era un activista guei, que trabajaba como asesor del gobierno. Su despido fue la primera demostración homofóbica de un gobierno que resultó ser abiertamente discriminador y represivo.

Ya durante la dictadura, la medida de mayor recordación fue el despido también arbitrario de más de cien diplomáticos peruanos (117 aproximadamente), a quienes se acuso de homosexualidad o de “prácticas sexuales dudosas”. El caso de los diplomáticos despedidos es emblemático, pues precisamente ese fue el pretexto para deshacerse de gente honesta y contraria a la dictadura (aquí se uso la homosexualidad como elemento desacreditador, lo que contribuía, por un lado, a reforzar la homofobia y por otro, a validar la discriminación).

Se tiene noticia además, de cientos de personas, entre políticos, empresarios y artistas, quienes fueron objeto de extorsión y amenazas de muerte si no se plegaban a la dictadura (muchos de ellos, incluso, tuvieron que huir del país).

Todas estas violaciones a los derechos humanos, no solo tuvieron que ver con gentes relacionadas a las esferas de poder, sino también con ciudadanas y ciudadanos LGBT comunes y silvestres.

Al respecto, a lo largo de toda la dictadura, la policía del fujimorato intervino cuanto local de guei, lésbico y trans encontró a su paso (bares, discotecas, videos, etc.). En el extremo, la policía ingresó también a hostales de “ambiente”, con lo que nadie quedo a salvo de ser intervenido por la policía.

Con todo esto, además de violarse la propiedad privada (al allanarse los locales de “ambiente”, en la mayoría de los casos, sin orden judicial), se violaban igualmente los más mínimos derechos y libertades personales (desde el derecho a la privacidad al de la integridad física).

Las intervenciones policiacas fueron verdaderos atropellos. A la policía de la dictadura no le bastó con ingresar a los locales de “ambiente” y agredir a la clientela, en muchos casos llegaban con cámaras de televisión, como forma clara de amedrentar, a aquellas personas que guardaban celosamente su privacidad. En tales casos, las personas que, por diversas razones, vivían “ocultando” su homosexualidad en el closet), veían su intimidad inmisericordemente expuesta.

Las intervenciones policiales no se limitaron a los locales de “ambiente”. La calle fue lugar recurrente de detenciones de personas lesbianas y gueis que se atrevían a demostrar en público sus afectos. En el caso de las personas trans, las redadas contra dicha población se hicieron pan de cada dia.

Tales intervenciones, en muchos casos, llegaron a ser sumamente violentas y quienes llevaron la peor parte, fueron las personas trans, que, en muchos casos, recibían verdaderas palizas de la policía.

Muchas personas LGBT detenidas en parejas o individualmente, sufrieron maltratos, extorciones y hasta violaciones (en el caso de las trans que ejercían el trabajo sexual, la extorsión a cuenta de “favores sexuales” o la abierta violación llegó a ser una situación casi cotidiana). Y aquellas personas LGBT que se atrevían a oponer resistencia, eran golpeadas (y, en algunos casos de trans, lo eran brutal e inmisericordemente).

Esto nos lleva directamente a los servicios de salud de la dictadura fujimorista. Las personas a quienes se reconocía como homosexuales, simplemente no eran atendidas y en el caso de las personas trans, nisiquiera se les permitía ingresar a los hospitales. A ello hay que sumarle, el que, durante todo el fujimorato, se llegó a equiparar ser VIH positivo con ser homosexual. En consecuencia, toda persona VIH positiva (o haciendo cuadro de SIDA) era considerada homosexual y consecuentemente, se consideró que toda persona homosexual necesariamente tenia VIH (o era enferma de SIDA).

El problema derivado de esto, pasaba por el hecho de que a las personas con VIH o enfermas de SIDA no se las quería atender. Siendo así, las personas que eran reconocidas como homosexuales, se las consideraba inmediatamente como VIH positivas o enfermas de SIDA y se les negaba la atención. En el extremo, con la negación de atención medica para las personas trans, el enfermarse, accidentarse, ser golpeadas o violadas, se convertía, en casi una sentencia de muerte.

Por otro lado, la prueba más flagrante de la homofobia y transfobia planificada por el estado, se encuentra en la relación de la dictadura con los medios de comunicación. Durante la dictadura, el fujimontesinismo corrompió medios escritos y televisivos, para que se alinearan con el gobierno. En esta perversa relación, los medios que se vendieron al fujimorato, dedicaron sendos esfuerzos encaminados a generar distracciones (cortinas de humo), que servían para ocultar los crímenes y corruptelas del gobierno.

En ese contexto, la visibilización de personas LGBT en tales medios vendidos, se centralizó en el más crudo sensacionalismo. Trans, gueis y lesbianas principalmente, fueron mostrados: o como curiosidades y/o rarezas en el mejor de los casos, o como envilecimientos y abyecciones de la sociedad en el peor.

Muchas personas LGBT (principalmente trans y gueis) fueron instrumentalizadas para generar escándalos mediáticos, que servían de “tapaderas” para los desmanes y trapacerías de la dictadura. Con ello quedaba evidenciado, que al fujimontesinismo no le importaba el reforzamiento de estereotipos negativos y prejuicios en contra de las poblaciones LGBT.

Más recientemente, durante este último quinquenio bajo el gobierno aprista, el fujimorismo, como bancada parlamentaria (que incluía a la congresista Keiko Fujimori), se mostró como una agrupación política profundamente conservadora y reaccionaria, algo que se hizo evidente, con en el reiterado y permanente bloqueo de leyes que promovían la igualdad social de las personas LGBT (cuéntese, por ejemplo, el bloqueo a la ley que condenaba los crímenes de odio contra personas LGBT).

Actualmente, la candidatura de Keiko Fujimori va de la mano de los grupos más conservadores del país (cuya cara más visible es la del candidato a la vicepresidencia, Rafael Rey, miembro activo y beligerante del Opus Dei). Esto significa que la posible llegada de Keiko a la presidencia, es un muy probable retorno a las peores épocas del fujimorato (sobre todo en relación a las poblaciones LGBT).

Una presidencia de Keiko Fujimori significaría indefectiblemente, el retorno a las violaciones de derechos contra lesbianas, gueis, bisexuales y trans del tiempo de la dictadura, ya que la candidata de Fuerza 2011 está acompañada (y aliada en el presente), con todas las personas y fuerzas políticas y sociales, que, en los últimos 20 años, han batallado sistemáticamente, por negarle a la población LGBT sus derechos y libertades (personas y fuerzas políticas y sociales con las que Keiko Fujimori gobernaría, de ser electa, en el siguiente quinquenio).

En consecuencia, un futuro triunfo de Keiko Fujimori resultaría calamitoso para la población LGBT peruana. Un triunfo Keiko es una condena fija y segura, a un gobierno que haga de las violaciones de derechos hacia las personas LGBT, lo más normal y cotidiano del mundo. Un voto por Keiko es, indudablemente, un peligroso acercamiento a esa realidad.

Ho Amat y León Puño.


Escrito por

Ho Amat y León Puño.

Historiador de la UNMSM y gay convicto y confeso. Bastante neurótico y medio esquizofrénico. Soy, también, algo ingrato con los amigos, aunque siempre los querré. Confieso ser, hasta cierto punto, posero y faltoso, pero en general sincero y buena gente. En


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