Muchas y muchos de los que votamos por Ollanta Humala, lo hicimos contra la candidata de la corrupción. Votamos por aquel que consideramos el mal menor, algo que implicaba, indefectiblemente, su oferta electoral. Ahora, queda comprometernos en la vigilancia, para que dicho político cumpla con sus compromisos, cumpla con sus promesas.

Más a ese compromiso deberíamos sumarnos todas y todos los peruanos. Debemos dejar atrás esta segunda vuelta, que nos llevó al antagonismo, que llegó a polarizar al país de forma alarmante. Sin embargo, esto no será posible, si no se deponen las aptitudes poco democráticas de algunos sectores del electorado que se plegaron a la otra opción política.

Me refiero a ciertos sectores de la derecha, quizás los más recalcitrantes, que no ha aceptado la decisión del pueblo. Desde ayer, tras el flash a boca de urna, muchas y muchos voceros y operadores de esa derecha recalcitrante siguen agitando las aguas, en vez de llamar a la calma.

Estas y estos voceros y operadores de esa derecha empecinada, no piden concertar, sino que le exigen al candidato vencedor, que les dé garantías para sus intereses. E incluso llegan a llamar irresponsable a Ollanta Humala, por haberse proclamado vencedor, cuando todo lo señala como tal.

En esa misma línea, hoy en la mañana todos los diarios de la derecha se negaron a reconocer el triunfo del candidato de Gana Perú y solo atinaron a publicar, como encabezados, los resultados porcentuales de la elección.

Esto no contribuye a la reconciliación nacional y si mantiene al país en zozobra. En un país verdaderamente democrático y entre verdaderas y verdaderos demócratas, las y los perdedores aceptan el triunfo del adversario, le permiten celebrar su victoria y reconocen humildemente su derrota.

Aquí parece que esta derecha recalcitrante no está dispuesta a reconocer, que el Perú voto por el candidato que representaba el cambio. 31 % del electorado que voto por OH (en la primera vuelta y en la segunda), lo hizo por su oferta programática (esa que incluía cambio constitucional y viraje en el modelo económico), mientras que 20 % del electorado que le permitió levantarse con la ganancia electoral, voto por su oferta de cambios moderados en democracia (incluida en su compromiso y su hoja de ruta), por su concertación y aproximación a sectores de centro y por la adhesión de personalidades honorables y respetables.

El Perú voto por el cambio y la gran tarea de OH será la de implementar ese cambio, conciliando las expectativas de sus dos sectores de votación.

A estas alturas, mi mayor temor no viene de creer que OH se pueda volver como Velasco o como Chávez, sino que aquella derecha recalcitrante se muestre tan obtusa, tan poco democrática y tan poco conciente, que empiecen a boicotear y obstaculizar todo intento democrático de cambio, emprendido por la futura nueva administración.

Si lo hacen, estarían acorralando y orillando al futuro presidente, a hacer precisamente lo que no quieren que haga (alinearse con quienes si estarían dispuestos a apoyar sus medidas, ergo, a alinearse con Chávez).

La reconciliación post electoral solo será posible.

El país necesita de cambios, por ello y para ello las y los electores votaron por OH y GP. Negarse a reconocer y aceptar esta realidad, es condenar al país a la ingobernabilidad. Las y los verdaderos demócratas estamos obligados a comprometernos con nuestro país, a luchar y trabajar por su desarrollo y a apoyar, crítica y razonablemente, al nuevo gobierno, en su proyecto de cambios en democracia y en su búsqueda de un mejor país, más justo, equitativo e igualitario para todas y todos nosotros.

Ho Amat y León.